Lo
que nos motiva a escribir este artículo es la necesidad de tener claridad sobre
un tema del cual mucho se habla en el mundo educacional, pero poco se ha
reflexionado sobre el mismo. Nos referimos al tema de la identidad de la
escuela (el concepto de “escuela” lo ocuparemos de manera genérica para
designar los centros o establecimientos educacionales de los distintos niveles
y modalidades del sistema educacional); en otras palabras, nos referimos a lo
que hace que la escuela se caracterice de una u otra manera específica, desde
la cual es posible identificarla como tal y sin lo cual ella deja de ser la
misma y se desperfila en su institucionalidad.
Nuestros modos de aproximación serán diversos y no
representan un enfoque lineal, de concatenación causa-efecto, sino mas bien
iremos describiendo lo que se nos aparece de manera primaria. De ahí la
posibilidad de leer este artículo desde las diferentes partes que lo componen.
Educación
privada y educación publica: dos historias diferentes y dos aportes distintos a
la identidad de la educación.
Una de las diferencias mas notables
que es posible encontrar en el sistema educacional chileno en la actualidad, es
el hecho de que han convivido históricamente dos formas de institucionalidad
escolar distintas, que no se han tocado en su desarrollo y que han adquirido
características distintivas por el paso de los años. Nos referimos a las
escuelas públicas y las escuelas privadas, las cuales se desarrollan muy
paralelamente desde lo albores mismos de la gestación de Chile como país
independiente.
La educación particular, que hoy la
conocemos con una doble forma de financiamiento (privado o con subvención
estatal) adquiere desde el comienzo de la época colonial una fisonomía muy
particular: ella es una escuela que nace bajo el alero y dependencia de la Iglesia Católica
y/o de sus diversas congregaciones, las cuales van creando escuelas no sólo en
las ciudades mas importantes del país, sino que extienden su obra a las zonas
rurales de todo el territorio nacional, bajo el cobijo o en combinación con los
grandes terratenientes de la época, situación que se mantiene igual hasta bien
entrado el siglo XX. Esta es la educación a la cual pueden acceder los sectores
mas pobres de la población chilena, ya que gran parte de ella fue gratuita
(especialmente la rural) y fue el sustento para una alfabetización mínima de
dicha población.
El nacimiento y desarrollo de la
educación pública, por el contrario, estuvo siempre marcado por el hecho de
tener una inspiración laica, no confesional, muchas veces con un claro tinte
anticlerical, creada bajo el alero del Estado desde comienzos de la
independencia y con un carácter público y gratuito que la hicieron prontamente
el tipo de educación mayoritaria en el país.
Quizá la diferencia de orígenes dio
paso a unas modalidades distintas de enfrentar la formación de las futuras
generaciones. Por una parte, la educación pública, o fiscal como se le llamó,
estaba preocupada de formar al “ciudadano”, como ideal de hombre que debía
integrarse plenamente a la sociedad, como un servidor de la misma y con una
clara visión del país como una unidad homogénea, que debía ser dirigida desde
el aparato del Estado, por los gobiernos democráticamente elegidos. En la
educación pública, la formación cívica juega un papel importante en lo que hoy
conocemos como marco curricular del proyecto educativo (antiguos planes y
programas de estudio) y gran parte del sistema educacional se orienta por estos
mismos parámetros.
Lo público, la cosa pública, sin duda,
tenía una mayor valoración en ese momento que lo privado o particular. El país
era considerado un todo que debía mantenerse ferreamente unido a través de una
identidad nacional, cuyo principal instrumento de desarrollo era la acción
pedagógica realizada por el sistema educacional.
Por otra parte, la educación
particular, pagada y de origen mayoritariamente eclesial, atiende de manera
especial a la formación de las elites dirigenciales, no laicas, normalmente
conservadoras en lo económico y social,
y se orienta a formar “una persona integral”. Esta misma orientación es
llevada a las escuelas rurales y de pequeñas localidades en donde la Iglesia Católica
tiene sus escuelas. El esquema pedagógico, muy simple, es que el que aprende
surge; el que es flojo no aprende nunca y por lo tanto no surge. Aquí, sin
duda, no hay consideración ni de la
organización ni de las estructuras sociales imperantes en el país, sino que el
problema para triunfar es un problema de voluntad individual y no
necesariamente colectiva.
De ahí que la educación particular,
alejada de la preocupación por lo público, se centre en la formación de las
personas, pero desde una perspectiva eminentemente intelectual y social, para
la continuidad de los estudos en la Universidad o su inserción en “un buen nivel
social”. De ahí que las imágenes de vidas ejemplares o modelos de vida, en este
tipo de educación, juegen un rol importante en las orientaciones pedagógicas de
las mismas.
Surgen o se eligen patronos para cada colegio en la enseñanza
media y las clases pudientes eligen los colegios para sus hijos de acuerdo a la
tradición familiar o a la linea religiosa sustentada (orientación jesuita,
marista, saleciana, carmelitas, dominicos, teresianas, marianas, etc.). Cuando
aparecen los colegios particulares no de Iglesia, especialmente los de origen
provenientes de las colonias existentes (ingleses, alemanes, italianos,
franceses, etc.), los modelos religiosos son cambiados por otros elementos de
identidad que los caracteriza como instituciones educacionales.
En todo caso, la educación particular,
pese a ser minoritaria, avanza en la configuración de identidades muy
particulares provenientes de los elementos antes mencionados. Por el contrario,
la educación pública o fiscal, tiende a desarrollar el sistema educacional con
una calidad similar para todos. Ahí se forma el joven chileno de Arica a
Magallanes; es el egresado del liceo fiscal, orgulloso de ser ciudadano e
integrarse a la vida laboral (normalmente a la burocracia del Estado) o
proseguir sus estudios en las Universidades financiadas por el Estado y con
orientación laica.
Así visto, el desarrollo de ambas
modalidades tuvo aciertos notables para la configuración del sistema
educacional chileno. Sin duda que en terminos de la identidad de la escuela,
que es el tema que nos interesa profundizar, la educación particular hace un
aporte importante al individualizar sus establecimientos educacionales,
dándoles un perfil propio con el que padres y apoderados, alumnos y profesores
pudieron identificarse.
Del mismo modo, a nivel de la
educación media, los liceos fiscales fueron también un foco de identificación
de los actores educativos, no así la escuela primaria, en donde el anonimato
fue mucho mayor. Es preciso recordar que en este caso las Escuelas Normales,
formadores de profesores de la educación primaria, fueron focos importantes de
identidad de sus alumnos y agresados, especialmente en las regiones.
¿Qué
es la identidad?, ¿qué es la identidad de una escuela?
Llegado a este punto de nuestra
reflexión, convendría preguntarse que entenderemos por identidad, ya que ella
ha sido objeto de preocupación constante por parte de la filosofía y
actualmente de la sicología, pero poco o nada de la gestión o administración
educacional, las cuales pasan por alto el tema, dándolo por supuesto.
No obstante la comodidad que ello
implica, es preciso preguntarse sobre el qué es la identidad y más
especificamente, que es la identidad de una escuela.
Demos paso a algunas reflexiones. La
identidad, en terminos filosóficos es lo que permite afirmar que lo que es, es
y lo que no es, no es. Es decir, lo que es, es y lo que no es, no es. En otras
palabras, es aquello que hace que una cosa, persona o institución sea como es y
no de otra manera. El Instituto Nacional es como es y no es otra cosa. La Escuela Normal
Abelardo Nuñez, fue lo que fue y no otra cosa. Fue eso y nada mas, pero tampoco
nada menos. La
Escuela Parroquial Andacollo es y ha sido lo que es y no otra
cosa. No es ni el Colegio Saint George, ni el San Ignacio de Pocuro, como
tampoco lo es el San Ignacio de Alonso Ovalle.
Por lo tanto, la identidad tiene que
ver con todos aquellos elementos que permiten afirmar que una cosa o
institución educacional en nuestro caso, sea lo que es, es decir, aquello que
la constituye esencialmente como tal.
¿Las paredes, los vidrios, los
pasillos, las salas, los profesores, el clima organizacional, el tipo de
actividades, el proyecto educativo, los valores, las normas que rigen la
convivencia? ¿Cuál de todas ellas es la mas importante y cual es posible dejar
afuera sin que la identidad de la institución se quiebre, por decirlo de algún
modo? ¿Es posible eliminar alguna de ellas que sea tan esencial que haga que la
escuela deje de serlo o sencillamente es una configuración mental nuestra la
que intenta dar mayor o menos valor y significación a los elementos que la
conforman, para convertirlos en insustituibles?
Nosotros pensamos que la identidad es
básicamente lo que es esencial para que la escuela sea lo que es y esto es, sin
duda para nosotros, la relación de enseñanza, aprendizaje y desarrollo que se
da, a lo menos, entre dos actores educativos: un profesor que enseña y un
alumno que aprende. El cómo lo hagan, en qué sitio, en qué circunstancia, bajo
que modalidades, con cuales recursos, no es tan importante como lo es la
naturaleza del proceso mismo de enseñar, aprender y desarrollarse.
La clave, a nuestro juicio, es el como
vive y percibe el alumno y el profesor estos procesos. Eso es lo que queda
esencialmente en la retina del niño y del adulto, una vez pasado el instante de
comunicación y contacto para enseñar, aprender y crecer. Eso es lo que
configura, en la memoria histórica de los actores educativos, una forma de
identificar el trayecto vivido durante todo el período escolar. Son quizá esos
fugaces momentos de conciencia sobre el como enseño, como aprendo y como me
desarrollo, esos momentos que me produjeron placer o displacer los que hacen
que identifique y ponga en la institución unas caracteristicas configurantes y
no otras.
La conciencia individual se trasmite,
se comunica y se forma la conciencia colectiva; la configuración de las
percepciones individuales dan como resultado la configuración de una conciencia
colectiva sobre la institución que nos acogiçó y se hace pública, del dominio
del “se dice”, “se comenta”, “se afirma” tan propio del pensamiento ortegiano y
que configuran las “identidades públicas”de las escuelas.
Pedagógicamente
¿para que sirve la identidad de la escuela?
Muchos podrían preguntarse para que
sirve preocuparse tanto por la identidad de la escuela, cuando ella seguirá
siendo lo que es, con o sin reflexión sobre la misma. Podría ser así, si así
fuera de simple. Pero las cosas no lo son tanto, pues si por algo durante
cientos de años los filósofos se han preocupado del tema, por algo será y no
sencillamente por su simplicidad.
Nosotros afirmamos que la preocupación
por la identidad de la escuela, para descubrirla o construirla, es importante
para la tarea pedagógica por varias razones y todas ellas con un gran carácter
práctico y no sólo teórico.
1.- En primer lugar, el descubrir y/o
construir la identidad, es decir, configurar el cómo queremos que sean los
procesos de enseñanza, aprendizaje y desarrollo en la escuela (habida cuenta
que estamos de acuerdo en que estos tres son los factores esenciales de la
identidad) nos permite transformarla en un motor que impulsa las mejores
energías de los actores involucrados para conseguir, de manera constante y
permanente, la realización de adecuados procesos de enseñanza, aprendizaje y
desarrollo de los alumnos y los profesores. La identidad produce fuerza,
sinergia, pues con ella todos los elementos en juego quedan engarzados entre si
de tal manera, que se produce un natural equilibrio y armonía entre las partes.
La identifdad es motor y fuerza pedagógica.
2.- En segundo lugar, la identidad es
faro o guía de las muy diversas y complejas acciones que debemos emprender
cotidianamente en la escuela. Tener clara la identidad, haberla reflexionado,
acordado, profundizado, produce el hecho de que ella se transforme, como por
arte de magia, no sólo en motor y energía, sino en una orientación final hacia
donde caminar. Ella es faro y guía para la acción pedagógica cotidiana en la
cual se ven involucrados los principales actores educativos de la Escuela. Con
seguridad le da sentido y proyección. Sin su luz, evidentemente, surge el
trabajo burocrático, el formalismo, el autoritarismo y con ello, la perdida del
espíritu pedagógico.
3.- Ella nos marca, paso a paso, las
señales del camino que es preciso recorrer para llegar a nuestros objetivos y
metas. Nada mas importante, entonces, que en el cumplimiento de éstas tengamos
señales claras en cada recodo del camino. La identidad, con sus múltiples
elementos, nos permite tener esas indicaciones y es por ello que ésta no es
solo motor o faro, sino además, una señal permanente para conducir bien en el
camino pedagógico.
4.- Por último ella se convierte,
al ser motor, faro y señal permanente en
un eje central que le da estabilidad y consistencia de sentido a la actividad
pedagógica, y por lo mismo, en un elemento de estabilidad institucional de la
escuela, con todo lo que ello implica para la estabilidad emocional y laboral
de sus principales actores educativos.
La identidad de la escuela, el
trabajar sobre ella para descubrirla y diseñarla en un proceso continuo, es
útil para la acción educativa cotidiana, ya que ella se impone por si misma
como parte de la filosofía educacional, del curriculum y del estilo pedagógico
que debemos y queremos llevar a cabo.
¿Donde
descubrir o construir la identidad de la escuela?
Se
me ocurre, en primer lugar, que cuando hablamos de descubrir o construir la
identiudad de la escuela, es que ella es
un conjunto de elementos que pueden existir, y por lo tanto es necesario
descubrirlos, o son elementos que no están sino como realidad potencial y que,
por lo tanto, es preciso construirla,
mediante acuerdos básicos en el equipo de trabajo de la escuela,
incluido, por cierto los padres y apoderados.
Propongo
a continuación un cuadro que nos puede facilitar la comprensión de los
elementos que deberíamos contemplar para descubrir o construir la identidad de
nuestra escuela:
Paradigmas de la identidad
Elementos de análisis de la identidad
|
Modelos de vida.
|
Tradiciones específicas
existentes en la escuela y la comunidad
|
Pautas culturales y
valores globales vivenciados.
|
Historia y cultura del sistema educacional
nacional.
|
Personas
y
clima organizacional
|
||||
Estructura
y organización institucional
|
||||
El
entorno de la
escuela:
la comunidad circundante
|
||||
PROYECTO DE DESARROLLO EDUCATIVO INSTITUCIONAL (PDEI)
|
Como se observa en este cuadro, la identidad de la escuela
debe plasmarse finalmente en un Proyecto de Desarrollo Educativo Institucional
(PDEI), pues así se confrontan los aspectos curriculares y pedagógicos de la
escuela, con los aspectos de su organización, administración y finanzas.
Del mismo modo en este PDEI se deben considerar los caminos
de entrada para construir la identidad. Estos son a lo menos dos: los elementos
básicos de análisis de la identidad de la escuela y los elementos
paradigmáticos con los cuales éstos se entrecruzan. Dedicaremos un momento a
cada uno de estos caminos:
Los
elementos básicos de análisis de la identidad de la escuela.
Los consideramos como las unidades básicas, que no pueden
dejar de ser tomadas en cuenta en cualquier análisis que se haga sobre la
escuela, si es que no se quiere perder la posibilidad de comprensión de la
identidad de la misma.
1.- Las personas y el clima organizacional en que ellas
viven es un primer elemento de análisis que debemos trabajar. La
caracterización de los actores que componen la escuela, sus tipos de relaciones
y sus opiniones intersubjetivas son importantes de considerar, ya que ellas, de
una manera directa o indirecta, crean un clima organizacional que condiciona el
nacimiento y el desarrollo de la identidad institucional.
2.- La estructura y organización institucional, es decir,
los elementos que conforman el lugar y todos los lugares de la ubicación de los
dintintos factores que configuran la escuela, es otro elemento importante de
ser considerado. La ubicación de las relaciones entre unos y otros factores (o
variables) que conforman la estructura de la organización institucional, es un
modo de configurar la identidad de la escuela.
Por el contrario, si su estructura organizacional es
horizontal necesariamente va a tender que en ella se den relaciones de mayor
igualdad entre sus miembros y por lo mismo con una mayor posibilidad de
democracia y trabajo en equipo. Por el contrario, una estructura organizacional
de tipo vertical tenderá a que las relaciones interpersonales que se den en su
interior sean de corte autoritario, con lidereazgos del mismo tipo, con una
gran dosis de concentración de poder en la toma de decisiones, por ejemplo.
De ahí la importancia de definir y clarificar el tipo de estructura
organizacional que tiene o queremos que tenga la Escuela y cómo esta
facilita o no el nacimiento y desarrollo de un tipo de identidad y no otra.
3.- El entorno de la escuela, la comunidad circundante, a
saber, los elementos de la comunidad que están directamente relacionados con la
marcha y desarrollo de la institución escolar, es un elemento que deberemos
considerar siempre, pues es preciso recordar que la Escuela no es un ente
aislado que tiene una existencia por sí
misma, sino que vive intercomunicada con la comunidad, a lo menos, a través de las personas de sus propios
alumnos que sirven de “correos inconcientes” entre sus familias y la escuela.
Está demás decir que las organizaciones que conviven en la
comunidad con la propia Escuela, ejercen presiones e influencias de muy
distinto tipo y niveles sobre la misma. Las empresas de la comuna, las
organizaciones de comerciantes, los clubes sociales y deportivos, las
organizaciones no gubernamentales, los centros de padres y apoderados, las organizaciones
gremiales (Colegio de Profesores, sindicatos, etc.), las organizaciones
juveniles, las pandillas y otros grupos informales, las iglesias y tantas otras
organizaciones, tienen efectos de distinta naturaleza sobre la escuela como
entidad o sobre sus actores considerados individual o grupalmente.
Los
elementos paradigmáticos de la identidad de la Escuela.
Los consideramos como los elementos que están a la base de las orientaciones del desarrollo
de la identidad, no sólo del “deber ser” de la escuela, sino como la base sobre
la cual se sustenta el devenir histórico de la identidad misma de la escuela.
Sin ellos no hay pasado, presente ni futuro de la Escuela , en cuanto
institución con una identidad que la caracterice como tal.
1.- Los modelos de
vida.
Fueron originalmente elementos paradigmáticos utilizados
por las escuelas particulares, pagadas y gratuitas, de orientación religiosa,
especialmente católica.
La permanente relación que se hace del proyecto educativo
con la persona de un santo o una persona destacada en la historia, utilizada
como modelo de conducta y valores a seguir, se constituye en un paradigma al
cual imitar a través de todas las ideas y acciones que se llevan a cabo en la
escuela, configurando con ello parte importante de la identidad propia.
2.- Tradiciones
específicas existentes en la escuela y la comunidad.
Toda escuela y toda comunidad, por ser tal, tienen
tradiciones que se han ido formando con el transcurso de los años o por la
convivencia que se da entre sus miembros.
Los seres humanos tendemos a crear tradiciones, aún en los
grupos mas pequeños y nuevos. Desde el momento mismo que nos relacionamos como
personas o como actores educativos, destacamos ciertas formas de ser que se
convierten de inmediato en parte de las características del grupo y por lo
mismo, parte de la tradición (del pasado), que puede actuar como elemento de
cambio o conservación de las identidades que se van construyendo en la propia
escuela.
Cuando las escuelas tienen algunos años de existencia esas
tradiciones existen, aunque sea de manera informal y será tarea de los actores
educativos que se preocupen de la búsqueda y explicitación de las mismas. Las
tradiciones, los hechos del pasado que tienen presencia en el presente y que
pueden ser proyectados al futuro, están a nuestra disposición y son parte
importante de la identidad que intentamos descubrir o construir.
3.- Pautas culturales y valores globales
vivenciados.
Al igual que las tradiciones, las pautas culturales existen
y ellas, como realidad, están muchas veces más allá de los propios individuos
que las sustentan. Tienen, por esto, un
carácter supraindividual y la mayoría de las veces su existencia sobrevive a
los individuos. Por eso es tan importante que en la construcción o
descubrimiento de la identidad consideremos seriamente la existencia y
naturaleza de estas pautas (normas, costumbres y usos) y de los valores que las
sustentan.
Todos los individuos las y los vivencian. Lo importante es
saber cómo han vivenciado estas pautas y cómo han sido o son percibidos los
valores que las acompañan de manera siempre indisolubles. El aclarar cuales son
estas pautas culturales y valores y saber cómo se perciben por parte de los
actores educativos es una forma de penetrar el tema de la identidad de la
escuela, ya que estos elementos paradigmáticos la conforman en parte
importante.
4.-
Historia y cultura del sistema
educacional nacional
Otro elemento paradigmático que tiene importancia en la
conformación de la identidad de la escuela, es la propia historia y tradiciones
del sistema educacional, considerado en su conjunto. Este inflñuye en cada una
y todas las escuelas que lo conforman no importando su tipo de administración o
sus modos de desarrollo. El sistema educacional chileno tiene, en su conjunto,
características que lo singularizan, y eso hace posible que cada unidad del
mismo comparta con el todo, alguna o muchas de sus singularidades.
De ahí que cada escuela tenga algo en si misma de lo propio
del sistema educacional y por otra parte, elementos que la distinguen de otras,
aunque pertenezcan a una matriz comun (el sistema educacional en su conjunto).
Lo importante, en este caso, es conocer la historia de la educación, para ver
cómo ella ha configurado las formas en que la escuela se presenta hoy, con sus
características de identidad.
Rol
de los actores educativos.
La busqueda o diseño de la identidad de la escuela es una
tarea en la cual deben participar los actores involucrados en la tarea
pedagógica de manera ditrecta o indirecta. Por eso, a los profesores y alumnos
los deben acompañar necesariamente en esta tarea las familias de los mismos,
con el fin de que trasmitan sus necesidades y expectativas educativas, con el
fin de patentizarlas en el curriculum de la escuela.
Es importante recalcar, en esta ocasión, que los decretos
curriculares del Ministerio de Educación, tanto para Básica como Media,
permiten un amplio margen de flexibilidad curricular, independiente de los sectores y subsectores de aprendizaje
señalados en éstos. Esta flexibilidad, sin duda, puede ser utilizada para
trabajar este tipo de temas, como la propia identidad del establecimiento
educacional, la cual se debe conformar por los aportes de los diversos actores
que participan en los procesos educativos que se dan en la escuela.
En este sentido la comunidad debe estar representada con
sus propios proyectos locales de desarrollo. Existe la experiencia de que las
comunas, mediante la acción de las Municipalidades y sus Departamentos de
Educación, han realizado experiencias participativas en el diseño de sus Planes
Anuales de Desarrollo Educativo Municipal (PADEM) o en la confección de los
proyectos de desarrollo educativo institucional (PDEI) de cada establecimiento
educacional. Estas experiencias, vividas, sin duda, de muy distinta manera,
constituyen un cúmulo de experiencias que deberían ser consideradas en el
momento de descubrir o desarrollar sus propias identidades.
La
necesidad de metodos apropiados de trabajo
La gestación de la identidad no es un trabajo simple,
pues apunta, ni mas ni menos, a aquello que hace que la escuela sea lo que es y
no otra cosa, con sus características más propias y relevantes. Y aquello que
hace que la escuela sea lo que es y no otra cosa, están en las conciencias de
aquellos que participan en su vida cotidiana y en aquellos que la perciben
desde afuera, por llamarlo de alguna manera.
De ahí que estemos ubicados, en este caso, en el campo mismo de la intersubjetividad, es
decir, en el mundo de las realidades que se crean por la convivencia natural
entre los actores o por los acuerdos mas
formales que se puedan producir entre ellos, por intereses o proyectos grupales
o individuales. La identidad es el producto, expresado, de una configuración
intersubjetiva, que se desarrolla por el contacto cotidiano entre los actores
entre sí y entre éstos y el mundo que los circunda, lo cual les permite ir
modificando sus percepciones del mundo de manera permanente, reservándose para
sí los elementos de estabilidad existentes en la realidad.
Estas realidades vividas y percibidas deben ser
compartidas por los actores educativos. Nada mejor, por lo tanto, que el grupo
de personas que integra la escuela se convierta en un equipo de trabajo que
tenga como misión de su accionar el descubrimiento o construcción de la
identidad, que entre otros elementos está conformada por las percepciones de
los propios actores involucrados. De ahí que el tema de la identidad toque de
manera tan fuerte a las personas, ya que ellas están directamente involucradas
en la definición de la identidad institucional y con ello, de manera indirecta,
de si mismas.
Por eso es necesario buscar métodos de trabajo que,
siendo participativos, consideren las intersubjetividades y a la vez, logren
objetivar al máximo los elementos que conforman la identidad. Para ello
proponemos, en primera instancia, el “trabajo en equipo”, “el analisis
estratégico FODA” y “el método de proyecto”, como algunos de los tantos que se
pueden utilizar para buscar o construir la identidad, tanto en la dimensión de
su diagnóstico como en sus proyecciones (los describimos en otro documento de
estudio sobre el particular)
Hacia
la construcción de una identidad personalista y democrática de la escuela: el
tema de la participación y la convivencia.
Las escuela debe tener un horizonte.
De acuerdo a la tradición, las
sociedades occidental, y de manera especial en estas últimas décadas las
sociedades latinoamericanas, viven tendencias
que llevan a la existencia de procesos de democratización y personalización de
las sociedades.
De alguna manera es ya común que todos
concuerden en respetar las diversidades, el pluralismo, la consideración de las
minorías, el respeto a los derechos humanos, el acrecentamiento de la paz, la
no discriminación, una mayor y mejor distribución de los bienes económicos,
sociales y culturales, acceso a servicios de salud, educación y vivienda de
calidad, comunicaciones globales casi sin restricciones, consideración y
respeto creciente por las etnias, preocupación por el medio ambiente, la
igualdad de los sexos, la libertad religiosa y política, el liberalismo de las
costumbres, la aprobación de leyes que tienen relación con la familia y su
funcionamiento, libre mercado, se mantiene el poder regulador de las instancias
públicas, surgen nuevas organizavciones sociales, se produce un avance
tecnológico antes desconocido.
El mundo vive un momento de cambios
tan profundos y extensos que afectan toda la vida social y cultural de los
pueblos, en el cual lo más característico
es la propia falta de seguridad. Los sujetos están sujetos a la incertidumbre,
que se levanta como una categoría de análisis importante para comprender el
mundo contemporáneo.
De ahí la necesidad de construir
espacios de estabilidad para darle continuidad y sentido a las tareas que
emprenden las personas. Esta estabilidad siempre estará en tensión con la
incertidumbre ambiente, pero es fundamental crearla, para darle seguridad vital
a los actores educativos en su tarea cotidiana.
Un medio para lograr esto, es abrir
los procesos de participación en la gestión educativa y mediante los cueles los
actores educativos sientan que participan en la construcción de una obra común:
la educación de sus hijos, la educación de sus alumnos.
La participación, así vista, es un
proceso complejo, que implica, eso sí, la construcción de sentidos comunes a
las tareas que se realizan. De acuerdo a Serafín Antunez[1]
la participación cumple algunas finalidades que sería bueno darlas a conocer en
esta oportunidad:
1. Participación Educativa, que
pretende preparar y capacitar a los miembros de la comunidad escolar y no
solamente al alumnado, para la democracia, la autonomía y la libertad
responsable.
2. Finalidad Gestora, entendida como
la contribución a las tareas de organización, funcionamiento y gobierno del
establecimiento educacional.
3.- De colaboración en la toma de
decisiones curriculares, para ayudar a loos profesores a que tomen decisiones
compartidas respecto al diseño, la
planificación y desarrollo del curriculum.
4.- Finalidad de control social, en la
medida que permite la participación de los estamentos no docentes intervenir en
procesos de supervisión de la actividad general del establecimiento
educacional, en los aspectos administrativos y docentes.
5.- Interiorización del Proyecto de
Desarrollo Educativo Institucional (PDEI) del establecimiento educacional,
cuando mediante el ejercicio de la participación se constribuye a conocer y
asumir los objetivos de la institución y a aumentar la motivación y el
sentimiento de pertenencia de sus miembros.
En este sentido una participación
eficaz y satisfactoria debería estar orientada por los principios de
corresponsabilidad, cooperación, coordinación, autoridad y democracia.
Del mismo modo los niveles de
participación van desde la información, pasando por la consulta, los trabajos
en comisiones técnicas, trabajo en organos del gobierno del establecimiento
educacional, delegación y autogestión propiamente tal.
Lamentablemente estos principios y
niveles crecientes de participación no se dan de manera automática, por el sólo
hecho de decretar o hablar de la necesidad de la participación para una mejor
gestión. Es preciso promoverla de manera permanente, pues la cultura de la
participación siempre se tocará con los límites del ejercicio autoritario del
poder que tioende a concentrarlo en unas solas manos.
De ahí que los autores ya citados
(Antunez y Gairin), afirmen a modo de pregunta ¿qué sucede cuando las personas
se resisten a participar?, ¿que puede hacerse cuando la participación es
evaluada como insatisfactoria? Las respuestas que nos ofrece van por siguiente
tenor:
En primer lugar,
deberíamos preguntarnos cuales son las causas y tratar de incidir en ellas para
evitar el efecto no deseado.
a)
En segundo lugar, actuar teniendo en cuenta
que si se quiere que alguien participe y se implique debe concedérsele la
posibilidad de que pueda ayudar a definir los objetivos que se pretenden y
darle protagonismo al determinar la metodología de trabajo que se utilizará. Es
difícil para las personas, nos dice el autor, resistirse a una decisión de
cambio en la que ellas mismas han participado.
b)
En
tercer lugar, utilizar estrategias específicas, tales como:
Facilitar el
desarrollo de tareas en parejas y grupos pequeños
Crear un
clima favorable
Desarrollar
la idea de que cualquier persona es importante e indispensable.
Visitar otros
centros educacionales o invitar a colegas para que intercambien experiencias.
Desarrollar
planes sistemáticos de acogida y apoyo a las personas nuevas (inducción) que se
integran al establecimiento o equipo.
Ofrecer la
posibilidad de diseñar y trabajar objetivos y tareas relevantes, creativos,
importantes y no rutinarios
Fortalecer el
sentimiento de pertenencia al grupo y de corresponsabilidad , subrayando la
importancia del rol y función que la persona ocupa en el equipo de trabajo
Analizar y
mejorar los procesos de comunicación que se dan en la institución escolar.
Diseñar y
desarrollar tareas individuales y corporativas que sean atractivas y
estimulantes.
Velar por que
exista una congruencia entre las acciones y los principios y valores que
orientan el funcionamiento del establecimientro educacional.
Este proceso de participación permite
que los actores educativos que conforman la comunidad educacional se
identifiquen con la misma, cada vez un poco más, dándole la fisonomía propia
que la escuela debe llegar a tener, no sólo para la percepción de aquellos que
la conforman, sino para sus observadores externos. Con esto se logra, en
definitiva, aunar las percepciones que se tengan sobre la identidad de la
escuela.
En otras palabras, el acoplamiento
equilibrado entre la visión interna y externa de la escuela es lo que permite
consolidar la identidad de la misma y darle un carisma institucional
indiscutido.
[1] Antunez, Serafín y Gairín, Joaquín “La organización escolar. Prácticas y fundamentos”, Editorial Graó,
Barcelona, España, Julio 1996.
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